HARUKI MURAKAMI
El escritor japonés Haruki Murakami nace en Kioto en 1949.
Estudió Literatura en la Universidad de Waseda, y regentó durante varios años un club de jazz.
Es uno de los pocos autores japoneses que ha dado el salto de escritor de culto a autor de prestigio y con grandes ventas tanto en su país como en el exterior.
Su peculiar universo narrativo, cargado de una sensualidad de turbadora belleza y fruto de una imaginación portentosa, lo ha convertido en un autor de referencia en todo el mundo.
Ha recibido numerosos premios, entre ellos el Noma, el Tanizaki, el Yomiuri, el Frank O’Connor, el Franz Kafka o el Jerusalem Prize, así como el Arcebispo Juan de San Clemente, concedido por estudiantes gallegos.
Ha sido distinguido con la Orden de las Artes y las Letras por el Gobierno español, y ha recibido recientemente el XXIII Premi Internacional de Catalunya 2011, que otorga la Generalitat de Catalunya.
KAFKA EN LA ORILLA Haruki Murakami
Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. Le llevan a ello las malas relaciones con su padre –un famoso escultor convencido de que su hijo repetirá el aciago sino de Edipo– y el vacío producido por la ausencia de su madre.
Se dirigirá al sur del país, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a la misteriosa señora Saeki.
Sus pasos se cruzan con los de otro personaje, Satoru Nakata, sobre quien se ha abatido la tragedia: de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un accidente del que salió con secuelas y dificultades para comunicarse... salvo con los gatos.
KAFKA Y KAFKA
El protagonista elige el mote de Kafka porque cree que significa ‘cuervo’ en checo (en realidad significa ‘grajo’), el mismo nombre de su álter-ego.
Pero también es una referencia a Franz Kafka, del que dice que su relato La máquina de torturas es “la descripción de su vida”.
Kafka Tamura también cita la novela El minero de Sōseki Natsume como una de sus favoritas.
Cuando Oshima comenta que esa novela no parece tener sentido, Kafka replica que las novelas sin sentido aparente son las más interesantes para reflexionar.
AQUÍ PUEDES LEER UN FRAGMENTO DE KAFKA EN LA ORILLA
Se trata de una conversación entre Nakata y Mimí, una gata siamesa.
"-Entonces, ¿cabe pensar que a Goma se la ha llevado una de esas personas de mente retorcida? -preguntó Nakata.
Mimí hizo una mueca combando sus grandes bigotes blancos.
Sí. No me gusta pensarlo. No quiero ni imaginármelo, pero no podemos excluir esa posibilidad. Señor Nakata, yo no he vivido muchos años, pero he presenciado las escenas más horribles que imaginarse pueda. La mayoría de personas piensan que los gatos son seres indolentes que se pasan el día tendidos al sol, sin preocupaciones, pero nuestra vida no es tan bucólica. Somos seres humildes, impotentes y frágiles. No tenemos caparazón como las tortugas, ni alas como los pájaros. No podemos ocultarnos bajo tierra como los topos, ni cambiar de color como los camaleones. El mundo desconoce cuántos gatos son maltratados día tras día y cuántos tienen una muerte miserable. Yo he tenido la suerte de ir a parar al cálido hogar de los Tanabe, allí los niños me miman, no me falta de nada, pero, no obstante, mi vida no siempre es fácil. Por eso pienso que, para un gato callejero, la lucha por la supervivencia debe de ser muy dura.
-Señorita Mimí, es usted muy inteligente -dijo Nakata admirado ante la elocuencia de la gata siamesa.
-¡Oh, no! ¡Qué va! -dijo Mimí tímidamente entrecerrando los ojos-. Me he vuelto así al pasarme el día en casa tumbada ante la tele. Es horrible no acumular más que conocimientos superficiales. ¿Ve usted la televisión, señor Nakata?
-No, Nakata no ve la televisión. La gente que hay dentro habla demasiado rápido y no puedo seguirlos. Nakata es un idiota y no sabe leer, y, si no sabes leer, no puedes entender bien la televisión. Alguna que otra vez, escucho la radio, pero también hablan demasiado deprisa y enseguida me canso. A mí me divierte mucho más salir de casa y hablar con los gatos bajo el cielo, como estoy haciendo ahora.
-iOh! ¿De veras? -preguntó Mimí.
-Sí -dijo Nakata.
-Ojalá no le haya pasado nada a Goma -dijo Mimí.
-Señorita Mimí. Voy a ir a ese solar a vigilar.
-Según dice el chico este, es un hombre alto que lleva un extraño sombrero de copa y unas botas altas de cuero. Anda muy rápido. Por lo visto tiene un aspecto tan raro que es muy fácil reconocerlo. Los gatos que se reúnen en el solar se dispersan a los cuatro vientos en cuanto lo ven. Pero claro, los gatos recién llegados, que desconocen las circunstancias…
Nakata grabó esa información en su cabeza. La guardó bien guardada en el importante cajón de las cosas que no podía olvidar. Un hombre alto que lleva un extraño sombrero de copa y unas botas altas de cuero.
-Espero haberle sido útil -dijo Mimí.
-Gracias de todo corazón. Si usted no hubiera tenido la amabilidad de dirigirme la palabra, yo aún seguiría dándole vueltas a lo de la caballa, incapaz de avanzar un paso. Le estoy muy agradecido.
Me da la impresión -dijo Mimí alzando los ojos hacia el rostro de Nakata y frunciendo ligeramente el entrecejo- de que ese hombre es peligroso. Pero que muy peligroso. Quizá más de lo que usted, señor Nakata, pueda imaginarse. Yo, en su lugar, no me acercaría al descampado. Ya sé que es usted un ser humano, que se trata de su trabajo y que no tiene más remedio que ir, pero tenga muchísimo cuidado.
-Muchas gracias. Lo tendré.
-Señor Nakata, este mundo es extremadamente violento. Y nadie puede escapar a la violencia. No lo olvide. Por mucho cuidado con que se ande, nunca es suficiente. Y esto es válido tanto para los gatos como para los hombres.
-Sí, lo tendré muy en cuenta -dijo Nakata.
Pero en qué diablos consistía la violencia de este mundo y dónde estaba, Nakata no acababa de entenderlo. Porque había muchas cosas en este mundo que Nakata no entendía, y entre ellas se incluía todo lo relacionado con la violencia."