martes, 8 de marzo de 2016

LUIS CERNUDA JOVE, LA BANDERA DE UR Y AM


LUIS CERNUDA JOVE

Luis Cernuda Jove es un alumno del IES Ramón Menéndez Pidal de Avilés, actualmente se encuentra cursando 1º de la ESO.



Luis ha obtenido un Accésit en la II Edición del Concurso Escolar “En busca del cuento prehistórico perdido” organizada por el Centro de Arte Rupestre de la Cueva de Tito Bustillo, con el siguiente relato:


LA BANDERA DE UR Y AM

 Llevábamos tantos años caminando que ya había perdido la noción del tiempo y, también, la esperanza de encontrar algo que nos mantuviese unidos a un lugar. 

 Íbamos hacía el oeste, éramos un grupo de unos cien individuos que se fue haciendo más pequeño a medida que encontrábamos cuevas, refugios y abrigos que habitar. 

 Nuestro grupo había comenzado a sentir la necesidad d establecerse de forma sedentaria, en definitiva, de pertenecer a algún sitio. Teníamos serios problemas de liderazgo y necesitábamos a alguien justo y fuerte que nos mantuviese unidos. 

 Por si no os lo he dicho, me llamo Ur y, para mí, la inteligencia era una las principales características que un buen jefe debía poseer. No se puede decir que yo sea una persona muy importante en el grupo, pero suelen llamarme para resolver ciertos problemas que se nos plantean. 

 No me malinterpretéis, no soy un “chamán” ni nada parecido. Yo creo más en inventos y otras cosas; mi pasión son los animales y su representación gráfica en los lugares que habito. 


 ¡Los caballos… me encantan los caballos! Los he visto correr cuando cazamos en grupo, con esa elegancia… ¡Es fascinante! ¿Sabéis que aprenden a correr después de nacer? 

 Me gusta más observar que cazar, sin embargo, disfruto mucho haciéndolo… Soy hijo de cazadores y recolectores, es lo único que sé hacer. 

 Tras varios meses de travesía, llegamos a un lugar muy interesante. Era una montaña de roca caliza con una enorme red de cuevas en su interior. 

 Nos dividimos en grupos para explorar las diferentes cavernas, que estaban llenas de estalactitas, estalagmitas y coladas. Encontramos el cauce subterráneo de un río, que era el verdadero constructor de las cuevas. 

 Nuestro grupo fue el encargado de elegir dónde nos asentaríamos. Había cuatro cuevas diferentes: una, más alta (cerca de ese río), otra, muy grande, con una especie de cúpula, y una tercera que se comunicaba a través de una estrecha sima con otra última, que, realmente, era espectacular. 


 Era una cavidad de unos novecientos pasos con diferentes desniveles y distintas oquedades. Decidimos vivir allí (con mucho agrado por mi parte). Por fin había encontrado un lugar perfecto en el que plasmar mis ideas. 

 Bueno, si he de ser sincero, habría estado bien de todos modos, puesto que tenía una razón que me daba luz. Creo que tampoco os la he nombrado: se llama Am, hace mucho que la conozco, llegó con un grupo que venía del norte y, nada más vernos, algo entre nosotros funcionó. 

 Ella era sencillamente perfecta, guapa e inteligente y le fascinaba dibujar el cuerpo humano. 

 En el grupo cada persona tenía asignado diferentes trabajos diarios: pescar, recolectar, curtir pieles, elaborar instrumentos de hueso, madera y piedra… Pero, en nuestro tiempo libre, Am y yo os dedicábamos a pintar en diferentes espacios de la cueva, algunos a la vista de todos y otros eran, en cambio, lugares recónditos de los que solo teníamos constancia nosotros. 

 Así surgió nuestro amor, como algo oculto y profundo que poco a poco fue saliendo a la luz. 

 Cada uno pintábamos con un estilo diferente, aunque con una clara perspectiva de mostrar pensamientos, sentimientos e ideas. Am era muy atrevida en cuanto a sus dibujos, era esquemática y un tanto simbólica; pintaba vulvas, signos genitales, claviformes, laciformes, puntos, parrillas,… Yo tenía un concepto un poco diferente, era más visual, más cercano a la naturaleza; por eso pintaba ciervos, caballos, cabras, peces… 


 Poco a poco fuimos dando forma a nuestros sentimientos, en definitiva, a la idea que teníamos de crear una familia, de estar juntos, de compartir experiencias y ser felices. De ahí que buscásemos un lugar especial en el que estar a solas y tener intimidad. 

Durante días, intenté pintar algo que impresione a Am, localizar un punto de encuentro entre nuestros dos artes, algo que uniese nuestros dos sentimientos, verdaderamente, la representación de nuestro amor. 

 Por fin, una mañana tuve una gran idea. Recordé que, en una de nuestras excursiones por la cueva me había llamado la atención una especie de estalactita con una forma triangular. 

 Yo no le había dicho nada a Am, pero observé que, al iluminarla con el fuego, la luz la atravesaba como si fuese transparente. 

 Y se me ocurrió la idea de pintar nuestros cuerpos, uno a cada lado de esa formación, de manera que, al enfocar un luz, nosotros nos fusionásemos en una sola persona. 

 Así lo hice, con mucho cuidado y con mucho empeño, creando lo que a mi juicio era nuestro amor eterno. 

 Cuando el trabajo estuvo finalizado, se lo mostré a Am y ella, emocionada, esbozó una sonrisa de satisfacción. 

 Habíamos encontrado juntos dos maneras de perpetuar nuestro amor: una, a través de una representación que perduraría en el tiempo y otra, que respondía a algo más físico y humano que se llamaría Mel. 

Luis Cernuda Jove, 1º ESO A 
IES “Ramón Menéndez Pidal” Avilés







Las fotos utilizadas en esta entrada pertenecen al Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo y la escultura en forma de cabeza de cabra es de © Texnai. Museo Arqueológico de Asturias.

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