El poeta sevillano Francisco de Rioja fue Bibliotecario Real del Rey Felipe IV.
LAS SILVAS
Francisco de Rioja escribió varias silvas dedicadas a las flores.
Sus silvas más famosas son A la rosa, Al clavel, A la rosa amarilla, Al jazmín y A la arrebolera, por las cuales se le ha llamado el poeta de las flores.
Sus silvas más famosas son A la rosa, Al clavel, A la rosa amarilla, Al jazmín y A la arrebolera, por las cuales se le ha llamado el poeta de las flores.
De acuerdo con su propósito moral, el poeta aprovecha la fugacidad de la hermosura de la flor para elevarla a símbolo de lo caduco de la vida y de la gloria humanas.
Su obra más conocida es A la rosa.
Pertenece Rioja, como Juan de Arguijo, Rodrigo Caro, Andrés Fernández de Andrada, Francisco de Medrano y Pedro de Quirós a la escuela sevillana.
El paisaje y las bellezas de la naturaleza les brindan motivos de contraste para cantar la caducidad de lo terreno.
El paisaje y las bellezas de la naturaleza les brindan motivos de contraste para cantar la caducidad de lo terreno.
SILVA A LA ROSA
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama,
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro en su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
¿y esto, purpúrea flor, y esto no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento;
tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia, tu nacimiento o muerte llora.
Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo?
Y no valdrán las puntas de tu rama,
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa.
El mismo cerco alado,
que estoy viendo riente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.
Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro en su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañóte en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
¿y esto, purpúrea flor, y esto no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?
Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento;
tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia, tu nacimiento o muerte llora.
Francisco de Rioja
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