Oviedo, es la “heroica ciudad” que el escritor Leopoldo Alas "Clarín" inmortalizó en su novela La Regenta con el nombre de Vetusta.
Si quieres algo de información sobre ella puedes ver esre enlace:
La Regenta de Leopoldo Alas "Clarín"
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OVIEDO EN LA REGENTA
"La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un escaparate, agarrada a un plomo."
La Ruta Clariniana es un recorrido por el Oviedo del siglo XXI a través del recuerdo y de los lugares por los que transitó el escritor Leopoldo Alas "Clarín" y cobraron vida los personajes de obras como La Regenta hace casi siglo y medio.
En el siglo XIX, la iglesia, el casino y el teatro eran los lugares más frecuentados por los habitantes de Vetusta, la Ruta Clariniana supone un acercamiento a la ciudad de Oviedo y sus habitantes a través de las obras de Clarín.
1.- GRUPO ESCULTÓRICO DE ¡ADIÓS, CORDERA!
Este grupo escultórico llamado ¡Adiós, Cordera! fue instalado en el año 2002 en la plaza del General Ordóñez, en una de las esquinas de la parte de arriba del parque denominado Campo de San Francisco.
Su autor es el artista asturiano Manuel García Linares, natural de Navelgas en Tineo.
El grupo escultórico está basado en el cuento titulado ¡Adiós, Cordera! que es un relato de Leopoldo Alas "Clarín" perteneciente a la corriente literaria del Realismo en el siglo XIX.
Su autor es el artista asturiano Manuel García Linares, natural de Navelgas en Tineo.
El grupo escultórico está basado en el cuento titulado ¡Adiós, Cordera! que es un relato de Leopoldo Alas "Clarín" perteneciente a la corriente literaria del Realismo en el siglo XIX.
Se trata de una obra donde Clarín narra la historia de dos hermanos y su vaca Cordera.
2.- MONOLITO A LEOPOLDO ALAS "CLARÍN" Y A RAMÓN PÉREZ DE AYALA
4.- MONUMENTO A CLARÍN
"El Magistral volvía el catalejo al Noroeste, allí estaba la Colonia, la Vetusta novísima, tirada a cordel, deslumbrante de colores vivos con reflejos acerados; parecía un pájaro de los bosques de América, o una india brava adornada con plumas y cintas de tonos discordantes. Igualdad geométrica, desigualdad, anarquía cromáticas. En los tejados todos los colores del Iris como en los muros de Ecbátana; galerías de cristales robando a los edificios por todas partes la esbeltez que podía suponérseles; alardes de piedra inoportunos, solidez afectada, lujo vocinglero. La ciudad del sueño de un indiano que va mezclada con la ciudad de un usurero o de un mercader de paños o de harinas que se quedan y edifican despiertos. Una pulmonía posible por una pared maestra ahorrada; una incomodidad segura por una fastuosidad ridícula."
"El hotel de Páez era el primero de los seis que adornaban la calle Principal, flanqueándola por la parte del Sur. Era un gran cubo que parecía una torre atalaya de las que hay a lo largo de la costa en la provincia de Vetusta, recuerdo, según dicen, de la defensa contra los Normandos. El señor de Páez no temía ningún desembarco de piratas, pues el mar estaba a unas cuantas leguas de su palacio, pero creía que la «elegancia sólida consistía en fabricar muros muy espesos, en desperdiciar los mármoles, y, en fin, en trabajos ciclopios», según su incorrecta expresión. En lo más alto del frontispicio había en vez de un escudo, que el señor Páez no tenía, un gran semicírculo de jaspe negro y en medio, en letras de oro, esta elocuente leyenda: 1868, que no indicaba más que la fecha de la construcción ciclópea. En las esquinas del terrado de gran balaustrada que coronaba el castillo, sendas águilas de hierro pintadas de verde probaban a levantar el vuelo. Aquellas águilas, según el señor Páez, hacían juego con otras dos bordadas en la alfombra de su despacho. No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas «ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo» y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte."
La entrada al Oviedo Antiguo por la calle San Francisco permite visitar el edificio histórico de la Universidad, cuyo origen se remonta al siglo XVII y fue fundada en 1608 por el inquisidor Valdés Salas cuya estatua sedente preside el patio.
El edificio histórico de la Universidad de Oviedo cuenta en su torre con el reloj que en La Regenta se toma como una de las referencias horarias en la ciudad de Vetusta.
La torre ha servido además de campanario y observatorio astronómico.
El patio claustral consta de dos pisos, el primero de ellos adintelado y sustentado por columnas toscanas y arcos de medio punto, mientras que el segundo piso, acristalado, descansa sobre columnas de estilo jónico.
Este edificio fue destruido en el siglo XX, durante la revolución de octubre de 1934 que solo dejó en pie la torre con bastantes destrozos y la estatua del fundador y durante la Guerra Civil.
Las columnas del claustro están descascarilladas por los disparos y la metralla y un balazo está incrustado en la pata izquierda trasera del sillón frailuno sobre el que se sienta el arzobispo Valdés Salas, su fundador.
Entre las pérdidas irrecuperables estuvo la pinacoteca y la biblioteca de la Universidad, construida por Manuel Reguera en 1770, que se contaba como una de las mejores de España y que se destruyó por completo perdiendo todos sus fondos, aunque su disposición arquitectónica fue reconstruida siguiendo los planos originales.
10.- IGLESIA DE SANTIRSO, LA CATEDRAL Y LA CÁMARA SANTA
Situado en la parte alta del Campo de San Francisco, al inicio del Paseo de los Curas, es un sencillo monolito en forma de columna que está dedicado a Leopoldo Alas "Clarín" y a Ramón Pérez de Ayala, dos escritores que novelaron sobre Oviedo.
En la columna aparece grabada la silueta de la Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo, y debajo están inscritos los nombres de los dos literatos.
3.- EL PASEO DE LOS CURAS Y EL BOMBÉ
En La Regenta se citan dos grandes paseos en el Campo de San Francisco: el Espolón y el Paseo Grande.
Se corresponden con las zonas del parque que se conocen actualmente como el Paseo de los Curas y El Bombé.
4.- MONUMENTO A CLARÍN
En el Parque de San Francisco que en origen era el bosque de un convento franciscano, fue inaugurado en 1931 un conjunto escultórico en memoria de Clarín.
El Ayuntamiento y la Universidad de Oviedo inauguraron, tres décadas después de la muerte de Leopoldo Alas "Clarín", el monumento al autor de La Regenta.
El Ayuntamiento y la Universidad de Oviedo inauguraron, tres décadas después de la muerte de Leopoldo Alas "Clarín", el monumento al autor de La Regenta.
El conjunto escultórico, obra de Manuel Álvarez Laviada, se encuentra en el Parque de San Francisco, con una pequeña plazoleta en piedra con bancos, una fuente en cuya parte posterior aparecía una figura femenina semidesnuda y un busto del universal escritor, obra de Víctor Hevia.
El monumento fue dinamitado durante la Guerra Civil y el busto de Clarín quedó destrozado y así permaneció durante treinta años.
Víctor Hevia entregó a la ciudad un nuevo busto de Leopoldo Alas "Clarín" en 1955.
El monumento fue dinamitado durante la Guerra Civil y el busto de Clarín quedó destrozado y así permaneció durante treinta años.
Víctor Hevia entregó a la ciudad un nuevo busto de Leopoldo Alas "Clarín" en 1955.
Tras permanecer aislado en medio de una pradera y con la fuente sin agua, en 1967 el taller de Belarmino Cabal reconstruyó el resto del monumento, sustituyendo la figura femenina obra de Laviada por una inscripción.
En la placa posterior puede leerse: "CLARIN / * - XXV - IV - MDCCCLII / + XIII - VI - MCMI"
Más tarde fue iluminada la zona y se habilitó un paseo hasta ella.
Este monumento recuerda a quien con su pluma contribuyó a inmortalizar Oviedo a través de sus personajes.
Más allá de La Encimada se extiende el Barrio Nuevo con su paseo del Espolón y la zona de La Colonia donde se asentaban los indianos que regresaban con fortuna de América.
La calle Uría es hoy la arteria principal de la moderna Vetusta y discurre el lado del Paseo de los Álamos frente al Campo de San Francisco desde el Oviedo Antiguo y la calle Fruela hasta la Estación del Norte.
La calle Uría es hoy la arteria principal de la moderna Vetusta y discurre el lado del Paseo de los Álamos frente al Campo de San Francisco desde el Oviedo Antiguo y la calle Fruela hasta la Estación del Norte.
"El Magistral volvía el catalejo al Noroeste, allí estaba la Colonia, la Vetusta novísima, tirada a cordel, deslumbrante de colores vivos con reflejos acerados; parecía un pájaro de los bosques de América, o una india brava adornada con plumas y cintas de tonos discordantes. Igualdad geométrica, desigualdad, anarquía cromáticas. En los tejados todos los colores del Iris como en los muros de Ecbátana; galerías de cristales robando a los edificios por todas partes la esbeltez que podía suponérseles; alardes de piedra inoportunos, solidez afectada, lujo vocinglero. La ciudad del sueño de un indiano que va mezclada con la ciudad de un usurero o de un mercader de paños o de harinas que se quedan y edifican despiertos. Una pulmonía posible por una pared maestra ahorrada; una incomodidad segura por una fastuosidad ridícula."
"El hotel de Páez era el primero de los seis que adornaban la calle Principal, flanqueándola por la parte del Sur. Era un gran cubo que parecía una torre atalaya de las que hay a lo largo de la costa en la provincia de Vetusta, recuerdo, según dicen, de la defensa contra los Normandos. El señor de Páez no temía ningún desembarco de piratas, pues el mar estaba a unas cuantas leguas de su palacio, pero creía que la «elegancia sólida consistía en fabricar muros muy espesos, en desperdiciar los mármoles, y, en fin, en trabajos ciclopios», según su incorrecta expresión. En lo más alto del frontispicio había en vez de un escudo, que el señor Páez no tenía, un gran semicírculo de jaspe negro y en medio, en letras de oro, esta elocuente leyenda: 1868, que no indicaba más que la fecha de la construcción ciclópea. En las esquinas del terrado de gran balaustrada que coronaba el castillo, sendas águilas de hierro pintadas de verde probaban a levantar el vuelo. Aquellas águilas, según el señor Páez, hacían juego con otras dos bordadas en la alfombra de su despacho. No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas «ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo» y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte."
"Por la noche, después de la jornada de trabajo, los más jóvenes se daban cita en la calle del Triunfo, era el único momento en que Vetusta respiraba entusiasmo y alegría. Era la fuerza de los talleres que salía al aire libre; los músculos se movían por su cuenta, a su gusto... Cada cual además estaba satisfecho de haber hecho algo útil, de haber trabajado. Las muchachas reían sin motivo... Aquellas jóvenes, que no siempre estaban seguras de cenar al volver a casa, insultaban al transeúnte que las llamaba hermosas..."
6.- UNIVERSIDAD DE OVIEDO
El edificio histórico de la Universidad de Oviedo cuenta en su torre con el reloj que en La Regenta se toma como una de las referencias horarias en la ciudad de Vetusta.
La torre ha servido además de campanario y observatorio astronómico.
En este antiguo edificio de la Universidad de Oviedo fue donde Leopoldo Alas "Clarín", fue catedrático y su hijo llegó a Rector.
"El reloj de la Universidad dio tres campanadas. ¡Tres cuartos de hora! Andaría adelantado… No… La catedral, que era la autoridad cronométrica, ratificó la afirmación de la Universidad."El patio claustral consta de dos pisos, el primero de ellos adintelado y sustentado por columnas toscanas y arcos de medio punto, mientras que el segundo piso, acristalado, descansa sobre columnas de estilo jónico.
Este edificio fue destruido en el siglo XX, durante la revolución de octubre de 1934 que solo dejó en pie la torre con bastantes destrozos y la estatua del fundador y durante la Guerra Civil.
Las columnas del claustro están descascarilladas por los disparos y la metralla y un balazo está incrustado en la pata izquierda trasera del sillón frailuno sobre el que se sienta el arzobispo Valdés Salas, su fundador.
Entre las pérdidas irrecuperables estuvo la pinacoteca y la biblioteca de la Universidad, construida por Manuel Reguera en 1770, que se contaba como una de las mejores de España y que se destruyó por completo perdiendo todos sus fondos, aunque su disposición arquitectónica fue reconstruida siguiendo los planos originales.
El palacio de Camposagrado se encuentra en la plaza de Porlier y se trata de un edificio de estilo barroco con patio central.
El palacio de Camposagrado fue, en el siglo XVIII, sede de la Real Audiencia Provincial y en la actualidad es sede del Tribunal Superior de Justicia de Asturias.
Clarín sitúa en este palacio la Audiencia de Vetusta cuyo Regente era don Víctor Quintanar y por eso a su esposa Ana Ozores se la denomina la Regenta.
En su cercanía se encuenta la Plaza de Alfonso II el Casto o Plaza de la Catedral y en una de sus esquinas la capilla de la Virgen de la Esperanza perteneciente a la Cofradía de la Balesquida del gremio de los sastres o alfayates.
Este origen de la cofradía de sastres se recuerda hoy en día con la presencia de unas tijeras en el balcón de la esquina de la capilla de la Virgen de la Balesquida.
8.- PALACIO DE VALDECARZANA
"El Casino de Vetusta ocupaba un caserón solitario, de piedra ennegrecida por los ultrajes de la humedad, en una plazuela sucia y triste cerca de San Pedro, la iglesia antiquísima vecina de la catedral. Los socios jóvenes querían mudarse, pero el cambio de domicilio sería la muerte de la sociedad, según el elemento serio y de más arraigo. No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. Tres generaciones habían bostezado en aquellas salas estrechas y oscuras, y esta solemnidad del aburrimiento heredado no debía trocarse por los azares de un porvenir dudoso en la parte nueva del pueblo, en la Colonia. Además, decían los viejos, si el Casino deja de residir en la Encimada, adiós Casino. Era un aristócrata."
El casino descrito por Clarín está en la mismísima plazuela de la catedral, es el palacio de Valdecarzana-Heredia.
Este edificio del siglo XVII albergó desde el siglo XIX hasta 1931 el casino, donde los señores socios jugaban a las cartas y urdían conspiraciones
El lugar fue el auténtico casino de Oviedo durante unos años y sirvió de fuente de inspiración de La Regenta entre porteros, tresillistas, bailes de carnaval, socios y buenas familias.
En La Regenta aparece en varias ocasiones, en cenas, el baile de Carnaval y es el sitio desde donde don Víctor Quintanar acompañado por Álvaro Mesía contemplan a la Regenta pasar como penitente en la procesión durante el Viernes Santo.
En ese mismo casino, Clarín gustaba de leer los periódicos de Madrid, jugar al billar y batir a carambolas a sus amigos.
En la fachada del palacio llama la atención un gran escudo de armas del que sobresale la figura de Hércules matando al león de Nemea.
En la actualidad, el palacio de Valdecarzana alberga la Audiencia Territorial de Asturias.
9.- ESTATUA DE LA REGENTA
Representa a doña Ana Ozores, la Regenta, en uno de sus paseos por la plaza de la catedral de Vetusta.
Su autor es el escultor ovetense Mauro Álvarez Fernández y está realizada en bronce.
Fue instalada en el año 1997 en la Plaza Alfonso II el Casto frente a la catedral y a las escaleras que bajan a la fuente de la plaza.
Según nos cuenta Clarín en su novela:
"Tres eran las maravillas de Vetusta: la torre de la catedral, el Paseo de Verano y la señorita Ana Ozores, un monumento más que mostrar, si era posible, al forastero que visitaba la ciudad."
"La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo diez y seis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esta arquitectura."
La catedral de estilo gótico flamígero es testigo y participante de la historia de Oviedo.
La Regenta empieza en ella, con el Magistral, don Fermín de Pas, contemplando con su catalejo, desde la torre de la catedral, la ciudad mientras sueña con dominarla.
Al lado de la catedral está la pequeña iglesia de San Tirso fundada por Alfonso II el Casto en el siglo IX.
En el interior de la catedral, se puede contemplar la Cámara Santa, la capilla del Rey Casto, el retablo del altar mayor, la famosa girola, las naves y el claustro por donde paseaban las damas vetustenses en los días lluviosos y los confesionarios que en la novela utilizan el Obispo y el Magistral don Fermín de Pas.
La Regenta empieza en ella, con el Magistral, don Fermín de Pas, contemplando con su catalejo, desde la torre de la catedral, la ciudad mientras sueña con dominarla.
Al lado de la catedral está la pequeña iglesia de San Tirso fundada por Alfonso II el Casto en el siglo IX.
En el interior de la catedral, se puede contemplar la Cámara Santa, la capilla del Rey Casto, el retablo del altar mayor, la famosa girola, las naves y el claustro por donde paseaban las damas vetustenses en los días lluviosos y los confesionarios que en la novela utilizan el Obispo y el Magistral don Fermín de Pas.
No hay que olvidar, en el recorrido por la catedral de Oviedo, una visita a la Cámara Santa declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco desde 1998.
Así es como describe Clarín el remate de la torre de la catedral de Vetusta:
"Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre ésta una cruz de hierro que acababa en pararrayos."
Son identificables numerosos elementos del templo como, por ejemplo, la campana Wamba, datada en 1219, que aparece mencionada en La Regenta y es respetada con tal nombre en la novela de Ana Ozores.
11.- LA CORRADA DEL OBISPO
"Se dirigió a Palacio. Así se llamaba por antonomasia el del Obispo. Sumido en la sombra de la Catedral, ocupaba un lado entero de la plazuela húmeda y estrecha que llamaban «La Corralada». Era el palacio un apéndice de la Basílica, coetáneo de la torre, pero de peor gusto, remendado muchas veces en el siglo pasado y el presente. Con emplastos de cal y sinapismos de barro parecía un inválido de la arquitectura; y la fachada principal, renovada, recargada de adornos churriguerescos, sobre todo en la puerta y el balcón de encima, le daba un aspecto grotesco de viejo verde."
En la Corrada del Obispo destacan el palacio episcopal, el claustro de la catedral y la casa del deán Payarinos.
La fisonomía actual de la plaza se completó en 1900 cuando el deán de la catedral mandó construir una casa de aspecto palaciego, en el lado este de la plaza, frente al palacio episcopal.
La fisonomía actual de la plaza se completó en 1900 cuando el deán de la catedral mandó construir una casa de aspecto palaciego, en el lado este de la plaza, frente al palacio episcopal.
La conocida como Casa del deán Payarinos está ocupada hoy en día por el Conservatorio Superior de Música dedicado al músico ovetense Eduardo Martínez Torner.
Desde esta plaza se puede visitar La Corte, la iglesia donde el Magistral de la catedral, don Fermín de Pas, preparaba para el catecismo.
La iglesia de Santa María la Real de la Corte, se encuentra enclavada en la Plaza del Padre Feijoo, entre la catedral y la Corrada del Obispo en uno de los lugares más hermosos del Oviedo Antiguo.
La iglesia de Santa María la Real de la Corte, se encuentra enclavada en la Plaza del Padre Feijoo, entre la catedral y la Corrada del Obispo en uno de los lugares más hermosos del Oviedo Antiguo.
"Alrededor de la catedral se extendía, en estrecha zona, el primitivo recinto de Vetusta. Comprendía lo que se llamaba el barrio de la Encimada y dominaba todo el pueblo que se había ido estirando por Noroeste y por Sudeste. Desde la torre se veía, en algunos patios y jardines de casas viejas y ruinosas, restos de la antigua muralla, convertidos en terrados o paredes medianeras, entre huertos y corrales. La Encimada era el barrio noble y el barrio pobre de Vetusta. Los más linajudos y los más andrajosos vivían allí, cerca unos de otros, aquéllos a sus anchas, los otros apiñados. El buen vetustente era de la Encimada."
En la calle de la Rúa es donde se cree generalmente que la novela sitúa la vivienda del Regente y su joven esposa, Anita Ozores.
La calle de La Rua enlaza con la calle Cimadevilla y la zona que es el cogollo de la ciudad y que Clarín en su novela menciona con el nombre de La Encimada que sigue hacia la plaza del Ayuntamiento y entra en ella a través de un arco.
El casco histórico se despliega en un laberinto de callejuelas en torno a la calle Cimadevilla que fue el centro comercial y bancario de la ciudad antigua.
En la actualidad, La Rua y Cimadevilla resaltan por sus hermosas fachadas de estilos barroco y modernista.
La iglesia de San Isidoro el Real está situada en la plaza del Ayuntamiento.
En la novela de La Regenta, la iglesia de San Isidoro es la Parroquia de San Isidro y de ella sale la procesión en la que participa la Regenta como penitente.
La Plaza del Ayuntamiento comunica con La Encimada o Barrio Antiguo por el Arco de Cimadevilla, por dónde Ana Ozores pasaba para dirigirse a la Iglesia de San Isidoro el Real.
La Plaza del Ayuntamiento comunica con La Encimada o Barrio Antiguo por el Arco de Cimadevilla, por dónde Ana Ozores pasaba para dirigirse a la Iglesia de San Isidoro el Real.
"Una hora antes de obscurecer salió la procesión del Entierro de la iglesia de San Isidro.
-«¡Ya llega, ya llega!» -murmuraban los socios del Casino apiñados en los balcones, codeándose, pisándose, estrujándose, los músculos del cuello en tensión, por el afán de ver mejor el extraño espectáculo, de contemplar a su sabor a la dama hermosa, a la perla de Vetusta, rodeada de curas y monagos, a pie y descalza, vestida de nazareno, ni más ni menos que el señor Vinagre, el cruelísimo maestro de escuela.
Como una ola de admiración precedía al fúnebre cortejo; antes de llegar la procesión a una calle, ya se sabía en ella, por las apretadas filas de las aceras, por la muchedumbre asomada a ventanas y balcones que «la Regenta venía guapísima, pálida, como la Virgen a cuyos pies caminaba». No se hablaba de otra cosa, no se pensaba en otra cosa. Cristo tendido en su lecho, bajo cristales, su Madre de negro, atravesada por siete espadas, que venía detrás, no merecían la atención del pueblo devoto; se esperaba a la Regenta, se la devoraba con los ojos... En frente del Casino, en los balcones de la Real Audiencia, otro palacio churrigueresco de piedra obscura, estaban, detrás de colgaduras carmesí y oro, la gobernadora civil, la militar, la presidenta, la Marquesa, Visitación, Obdulia, las del barón y otras muchas damas de la llamada aristocracia por la humilde y envidiosa clase media."
En los aledaños del Ayuntamiento, junto a la plaza de abastos, se halla uno de los espacios más populares y con mayor encanto de Oviedo, el Fontán.
Esta pintoresca plazoleta porticada está rodeada de tiendas de ultramarinos y de artesanía, sidrerías y bares y un bullicioso mercado con puestos de flores, libros y antigüedades.
La Plaza del Fontán que debe su nombre a una antigua fuente a la que los ovetenses llevaban a beber a los forasteros, en la novela aparece como la Plaza del Pan.
En sus inmediaciones estaba el teatro al que Ana Ozores asistía frecuentemente con sus amistades.
La Biblioteca Pública de Asturias, Ramón Pérez de Ayala, conocida como la Biblioteca del Fontán está actualmente en el edificio que sirvió de teatro al Oviedo decimonónico.
Era conocido como el Viejo teatro anterior al Teatro Campoamor al que se llamaba el Nuevo Teatro.
Era conocido como el Viejo teatro anterior al Teatro Campoamor al que se llamaba el Nuevo Teatro.
En este viejo teatro asistió Ana Ozores a una representación teatral de la obra romántica, Don Juan Tenorio, de Zorilla que la impresionó mucho.
"El teatro de Vetusta, o sea nuestro Coliseo de la plaza del Pan, según le llamaba en elegante perífrasis el gacetillero y crítico de El Lábaro, era un antiguo corral de comedias que amenazaba ruina y daba entrada gratis a todos los vientos de la rosa náutica. Si soplaba el Norte y nevaba, solían deslizarse algunos copos por la claraboya de la lucerna. Al levantarse el telón pensaban los espectadores sensatos en la pulmonía, y algunos de las butacas se embozaban prescindiendo de la buena crianza. Era un axioma vetustense que al teatro había que ir abrigado. Las más distinguidas señoritas, que en el Espolón y el Paseo Grande lucían todo el año vestidos de colores alegres, blancos, rojos, azules, no llevaban al coliseo de la Plaza del Pan más que gris y negro y matices infinitos del castaño, a no ser en los días de gran etiqueta. Los cómicos temblaban de frío en el escenario, dentro de la cota de malla, y las bailarinas aparecían azules y moradas dando diente con diente debajo de los polvos de arroz.
Las decoraciones se habían ido deteriorando, y el Ayuntamiento, donde predominaban los enemigos del arte, no pensaba en reemplazarlas. Como en la comedia que representan en el bosque los personajes del Sueño de una noche de verano, la fantasía tenía que suplir en el teatro de Vetusta las deficiencias del lienzo y del cartón. No había ya más bambalinas que las del salón regio, que figuraban en sabia perspectiva artesonado de oro y plata, y las de cielo azul y sereno. Pero como en la mayor parte de nuestros dramas modernos se exige sala decentemente amueblada, sin artesones ni cosa parecida, los directores de escena solían decidirse en tales casos por el cielo azul. A veces los telones y bastidores se hacían los remolones o precipitaban su caída, y en una ocasión, el buen Diego Marsilla, atado a un árbol codo con codo, se encontró de repente en el camarín de doña Isabel de Segura, con lo que el drama se hizo inverosímil a todas luces. La decoración de bosque se había desplomado.
Ya estaban los vetustenses acostumbrados a estos que llamaba Ronzal anacronismos, y pasaban por todo, en particular las personas decentes de palcos principales y plateas, que no iban al teatro a ver la función, sino a mirarse y despellejarse de lejos. En Vetusta las señoras no quieren las butacas, que, en efecto, no son dignas de señoras, ni butacas siquiera; sólo se degradan tanto las cursis y alguna dama de aldea en tiempo de feria. Los pollos elegantes tampoco frecuentan la sala, o patio, como se llama todavía. Se reparten por palcos y plateas donde, apenas recatados, fuman, ríen, alborotan, interrumpen la representación, por ser todo esto de muy buen tono y fiel imitación de lo que muchos de ellos han visto en algunos teatros de Madrid. Las mamás desengañadas dormitan en el fondo de los palcos; las que son o se tienen por dignas de lucirse comparten con las jóvenes la seria ocupación de ostentar sus encantos y sus vestidos obscuros mientras con los ojos y la lengua cortan los de las demás. En opinión de la dama vetustense, en general, el arte dramático es un pretexto para pasar tres horas cada dos noches observando los trapos y los trapicheos de sus vecinas y amigas. No oyen, ni ven ni entienden lo que pasa en el escenario; únicamente cuando los cómicos hacen mucho ruido, bien con armas de fuego, o con una de esas anagnórisis en que todos resultan padres e hijos de todos y enamorados de sus parientes más cercanos, con los consiguientes alaridos, sólo entonces vuelve la cabeza la buena dama de Vetusta, para ver si ha ocurrido allá dentro alguna catástrofe de verdad. No es mucho más atento ni impresionable el resto del público ilustrado de la culta capital."
Con el recuerdo de la cercana calle González Besada donde vivió Leopoldo Alas "Clarín" se termina la visita a la Vetusta de La Regenta.
Una Vetusta que, como señaló su amigo Benito Pérez Galdós, era para Clarín “más que una ciudad, una casa con calles, y su vecindario, una grande y pintoresca familia”.
La Ruta Clariniana es una acción del Campus de Excelencia Internacional Asturias "Ad Futurum" producida y desarrollada por la Universidad de Oviedo.
Este proyecto ha contado con financiación del Ayuntamiento de Oviedo.
Haz click en el siguiente enlace y podrás hacer una visita virtual en Oviedo de la ruta literaria dedicada a Leopoldo Alas "Clarín" y a su obra.
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